sábado, 6 de enero de 2007

Descentralizacion: Una herramienta de cambio(1)

Luis Nicolás Laporte
Abril 1999
La lucha por la igualdad
Durante la última década, el mundo académico, el de la política y el de los ciudadanos de a pie se ha visto invadido por un conjunto de nuevos conceptos e ideas, que se presentan como la panacea universal a todos los problemas que los afectan desde aquellos que afectan su vida cotidiana en forma más que notoria – la recolección de residuos, el mantenimiento de plazas, el corte de raíces de árboles y el desrramado del arbolado urbano, la reparación de baches, aceras, semáforos y luminarias -, como los que se derivan y tienen su origen en la crisis de representación y legitimidad del sistema de representación política.
El debate político – ciudadano – académico se reprodujo tarde, segmentado y mal por los medios de comunicación social y en consecuencia se escucha hablar por doquier y somos hablados por un discurso que introdujo y mezclo deliberadamente temas tales como la reforma del Estado, la renovación de las viejas prácticas políticas, las privatizaciones, – primero la necesidad de realizarlas y ahora su necesaria revisión vistos los impactos negativos sobre los grupos que se declamaba hiban a beenficiar -, y la descentralización.
Sintomáticos o paradójicamente estos debates están integrados a las agendas públicas gubernamentales, en un sentido o en el contrario, quiero decir a favor o en contra, por los mismos actores políticos.
Sin embargo para tratar de circunscribir el debate creo conveniente señalar que los conceptos e ideas que enumere antes se fueron incorporando a las agendas políticas de la mayoría de los gobiernos en los últimos años y han producido un conjunto de pequeñas pero no por ello significativas mutaciones en el escenario político.
Dos de esos procesos ya fueron aplicados al interior de la sociedad Argentina, en forma de políticas de estado y sus efectos, – prestaciones de servicios sociales mínimos, calidad de los servicios, inversiones, tarifas, atención a los usuarios –, son vividos a diario por todos nosotros, me refiero a los procesos de reforma del estado y de las privatizaciones.
Para comenzar y citando a Norberto Bobbio, podemos decir que tanto la centralización como la descentralización, tanto en lo general como en lo administrativo, no son instituciones jurídicas unívocas, sino fórmulas o herramientas, que contienen principios, tendencias o modos de construcción y de ser, de un determinado aparato político administrativo.
En consecuencia afirmamos que son modelos organizacionales en el sentido amplio y no conceptos inmediatamente operativos.
Siguiendo ese razonamiento decimos que ambos fenómenos –centralización y descentralización- representan dos modelos distintos y contrapuesto de ordenamiento jurídico, y por lo tanto, podemos distinguir entre lo que llamamos la descentralización política y la descentralización administrativa, ya que ambas difieren no sólo por el tipo de funciones ejercidas, sino por el título que está como fundamento. La descentralización política expresa una idea basada en los principios del derecho autónomo; en tanto la descentralización administrativa verdadera se manifiesta como un fenómeno de derivación de poderes administrativos que es, además, derivación del aparato político-administrativo del estado.
Ahora bien, desde hace muchos años, las formaciones políticas ubicadas en lo que podemos llamar el campo del progreso han puesto de manifiesto su preocupación por eliminar la brecha entre lo que Bobbio, en Derecha e izquierda
[2] y en Igualdad y libertad[3] , ubica entre la igualdad y la desigualdad societal y el criterio que ha de utilizarse para cerrar esa brecha, este criterio más desarrollado también se puede encontrar en Los caminos al paraíso [4] de Peter Gotz.
En tal sentido, y como consecuencia de una serie de factores que se vienen sucediendo en la última década, el concepto de igualdad no alcanza el mismo consenso que había alcanzado en el pasado y cabe preguntarse ¿qué quiere decir hoy luchar políticamente por la igualdad?
El concepto moderno de la igualdad se fundamenta en la creencia de que las personas, con independencia de su mérito, de su esfuerzo o de las condiciones naturales, tienen derecho a una satisfacción igual de sus necesidades esenciales. Esto no significa eliminar las diferencias ni tampoco se debe considerara que la idea de igualdad es de por sí “natural”. Este concepto surgido luego de Revolución Francesa incorpora un binomio complicado, libertad e igualdad, que aparece como resultante de los movimientos antiabsolutistas y liberales, que señalaban la posibilidad de alcanzar tales valores y trabajar por la igualdad desde la capacidad individual, es decir, desde la libertad para romper así la rígida estructuración estamental caracterizada por la premodernidad.
Entonces, la lucha por la igualdad ha de cambiar, como ha cambiado a lo largo de los últimos doscientos años y así como durante los siglos XVII y XVIII se luchó por conseguir la igualdad ante la ley y desde mediados del siglo XIX y principio del siglo XX se exigía participar como iguales en la formación de la voluntad estatal o su diseño, desde la segunda mitad de este siglo se sostiene que no puede hablarse de libertad real, si ésta no está asociada a la existencia de unos mínimos vitales garantizados.
La modernidad no trajo de la mano la eliminación de las diferencias, sino que por el contrario, con el importante salto hacia delante, cualitativo y cuantitativo alcanzado por los avances de la ciencia y de la técnica por un lado, y por los cambios sociopolíticos que se están observando desde la caída del muro de Berlín y el colapso del “socialismo real” por el otro, hoy es posible observar que más de un tercio de la población mundial está excluida de los beneficios sociales mínimos.
Y nuestro país no escapa a este último cuadro ya que casi la mitad o más de su población está en situación crítica, la masa de desocupados es cada vez mayor, la desnutrición infantil hace estragos, enfermedades endémiocas que creíamos extinguidas como el cólera cada tanto reaparece, y también se puede comenzar a visualizar epidemias de otras enfermedades como el SIDA que siguen produciendo estragos en los sectores juveniles, que son el colectivo social más desprotegido, sin que desde el Estado centralizado se incrementen las políticas públicas para evitar estos flagelos.

El debate sobre la gestión

Las tensiones entre igualdad y desigualdad no se agotaron, sino que continúan formando parte del debate ideológico y político de la década, a pesar de la tormenta desatada por un neoliberalismo cuasi manchesteriano que desde Tatcher hasta Duhalde, - para citar sólo a dos, aunque podríamos ampliar la lista de los actores -, arrasó con el modelo del incipiente e inacabado modelo Estado-bienestar vigente en nuestro país en sus distintas versiones, y aplicaron programas de ajuste estructural de la economía, asociados a reformas en el estado según las recetas, por cierto conocidas, de los organismos de crédito multinacionales, sean estos el FMI, o el Banco Mundial.
Los partidos políticos ubicados en lo que denominábamos más arriba campo del “progreso” han presentado siempre como una de sus señales de identidad la defensa a ultranza de “lo público”, porque detrás de ello está implícita la voluntad política y el deseo de recoger las mayores garantías posibles para las políticas y las iniciativas tendientes a evitar las desigualdades que el mercado genera, o de atenuar sus efectos.
Así pues, luego de varios años de ofensiva neoliberal-conservadora, en materias de privatizaciones y de desregulación económica, de confusión y de preocupación entre los partidos del progreso por los costos de la defensa numantina de lo público y de sucesivas derrotas electorales, hoy estamos en condiciones de distinguir entre lo accesorio y lo principal de esa polémica y entonces encarar las transformaciones pendientes con la elaboración de formas de gestión públicas alternativas, y no referidas ya al “cómo”, sino al “qué” debe regularse y financiarse desde el sector público y “quién o quiénes” han de asumir esas responsabilidades y la lógica y transparencia de esas políticas.
En este sentido tenemos algunas cuestiones que debemos aclarar como consecuencia del debate que queremos plantear y lo queremos hacer de este modo, con dos premisas fundamentales: coherencia política y honestidad ideológica.
Nos parece que en los albores del tercer milenio hemos de ser absolutamente intransigentes, casi jacobinos en este punto, porque durante los últimos años los sectores del progresismo fuimos casi barridos del escenario de la política, y a pesar de que muchas veces –como dice una vieja canción- “nos mataron hoy estamos aquí resucitando” y dispuesto a enfrentar cultural y políticamente a los que sumieron a tantos en la marginalidad y la miseria con la alegría y el convencimiento, en el manojo de ideas por las que empezamos a militar políticamente, para poder vivir mejor en esta ciudad y en el país.
A lo largo de las dos últimas décadas ha quedado palmariamente demostrado los límites de la administración centralizada para dar respuesta a los requerimientos del conjunto societal.
Y esto es así porque es muy difícil que desde un escritorio, se tomen medidas rápidas y eficaces para llevar soluciones a todos los ciudadanos; y esto sin que analicemos el fondo de estas medidas, quiero decir, a pesar que la medida sea correcta, acertada y este aplicada en tiempo y forma, ha de tener basicamente dos temas en contra: llegará como los bomberos, cuando el incendio ha comenzado y estará viciada de legitimidad comunitaria, al ser tomada en soledad por un funcionario es percibida como pobre, escasa o clientelistica por los beneficiarios de la misma que son obligados a observar u rol de mero espectador pasivo.
En este sentido la descentralización política y administrativa, asociada a la formulación de planes estratégicos locales y regionales, planes urbanos ambientales locales, la conformación de consorcios y corredores culturales y productivos en el marco de procesos de integración regional, el desarrollo de la sociedad civil, presupuestos participativos y programas que tiendan a la construcción de nuevas formas de ciudadanía son los ejes sobre los que se deben asentar las propuestas políticas de estado previsibles, sustentables y que aumentan los umbrales de gobernabilidad. Son los pasos que desde el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, nuestra administración está dando junto a la mayoría de la población, con el objeto de revertir la desidia y el abandono para mejorar la calidad d e vida de los habitantes de esta ciudad.

POST SCRIPTUM

Cuando en el marco de una reunión de la agrupación realizada la primera semana del mes de agosto surgio la posibilidad de analizar el tema de la Descentralización como una asignatura pendiente, asumí el compromiso de escribir un comentario para esta publicación, al releer la primera parte de este texto creí entender la vigencia del mismo. Sin embargo estimo necesario hacer tres comentarios al tema.

Desde las cenizas de Cromagñon surge con clarida meridiana la necesidad de un Estado-presente, que sea rector de las necesidades societales, que oriente, promueva y favorezca las inversiones productivas para mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos que vivimos en esta auténtica megalópolis caótica que es Buenos Aires.

Desde el Estado los decisores políticos no pueden caer en la tentación de comprar “modas, modismos y modernizaciones de las políticas urbanas”, que se rigan por la fria lógica económica del mercado, sino que por el contrario tiene la obligación política de combinar las políticas públicas urbanas con las políticas públicas del bienestar socio-comunitario, con el objetivo de cohesionar el tejido societal.

La sanción de la Ley de Comunas un tema central crucial para la construcción de ciudadanía inclusiva y una deuda constitucional de parte de los actores políticos. El proceso que afrontamos sera decisivo para comprender si los porteños somos capaces de tomar las riendas de nuestro destino y poder construir una sociedad cohesionada, más justa, y por supuesto con más Estado.
Notas

[1] La primera parte es el establecimiento de una intervención realizada en la Mesa Redonda denominada “La Descentralización una herramienta de cambio” llevada a cabo en el marco del II Foro Intermunicipal “Buenos Aires sin fronteras”, realizada en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el 26 de abril de 1999.La totalidad de las ponencias fueron publicadas en un volumen colectivo editado por el Gobierno de la Ciudad Autómoma bajo el título Buenos Aires sin fronteras. Conferencias, documentos y debates sobre Política, Economía e Integración
[2] BOBBIO, Norberto. Derecha e Izquierda. Editorial Taurus. España 1998
[3] BOBBIO, Norberto. Igualdad y libertad. Ediciones Paidos – I.C.E de la Universidad Autónoma de Barcelona. Barcelona. España 1993
[4] GORZ, André. Los caminos del paraiso. 25 tesis para comprender la crisis y salir por izquierda. Editorial Laila. Barcelona. España 1986

No hay comentarios: